«The Wire» de David Simon. El alumbramiento de un nuevo realismo (I)

The Wire encarna una nueva forma de realismo, adaptado a las características específicas de nuestro tiempo.

Abel García Roure

Con el paso del tiempo, The Wire (en realidad, la obra completa de David Simon) ha consolidado una dimensión radicalmente singular en el panorama de la producción de series contemporáneas. Quizá sea el momento de que nos cuestionemos, precisamente, su naturaleza excepcional. De que reflexionemos sobre si debemos conformarnos con considerar la obra de Simon como un caso único y exótico, pero aislado e inimitable y condenado a concluir sin dejar descendencia, o si, por el contrario, podría ser mucho más que eso.

El teórico marxista Fredric Jameson nos proporciona algunas hipótesis apasionantes en The Wire. Realism and Utopia”. Jameson parte del concepto de realismo (en tanto que modelo estético y dispositivo crítico) para concluir que The Wire encarna una nueva forma de realismo, propio y adaptado a las particulares características de nuestro tiempo. Veamos por medio de qué razonamiento llega Jameson a esa idea.

En el primer capítulo de la serie, desde las oficinas del FBI, McNulty (el héroe trágico de esta historia) presencia, a través de un sofisticado despliegue tecnológico de cámaras ocultas y escuchas, la detención de un cártel de traficantes de droga para la que él proporcionó las primeras pistas. Un agente del FBI le informa al despedirse de que esa será la última operación sobre drogas que van a realizar la agencia. Tras los atentados del 11S, las órdenes son ahora centrarse en el yihadismo.

McNulty regresa a la más modesta realidad del Departamento de Homicidios de la policía de Baltimore, en donde trabaja como detective. Pronto veremos que los policías de la ciudad no solo carecen de los medios técnicos del FBI, sino que funcionan de forma burocratizada y apática y que, además, no saben prácticamente nada sobre la estructura criminal que opera en Baltimore.

McNulty se mezcla entre el público en un juicio por un asesinato relacionado con el tráfico de drogas, que investigó uno de sus compañeros. Ante el tribunal, unos matones de la droga, que pasan desapercibidos para todos excepto para McNulty, son capaces de cambiar el signo del juicio intimidando al principal testigo de la acusación. No es esa la primera vez que McNulty ve algo parecido. Pero en esta ocasión el destino (o la moira) querrá que McNulty se cruce en el camino del juez que lleva el caso y que no puede explicarse lo que ha ocurrido en la sala de vistas. Y entonces se desencadenará la acción que vertebrará la trama de la serie.

Lo que inmediatamente se hace patente es que nadie en el Departamento de Policía tiene la menor idea de quién es el capo de la droga para el que trabajan los matones. Solo McNulty sabe su nombre: Aaron Barksdale. Nadie en la policía ni le ha visto, ni ha oído hablar de él, y no poseen ni un solo dato de cómo opera. De hecho, solo se ocupan de las esquinas, donde se hacen los pequeños trapicheos. Pero la compleja estructura, también burocrática, de los criminales permanece invisible para las fuerzas del orden.

¿A qué se debe ese desconocimiento tan palmario?, se pregunta Jameson. Tal vez es que los observadores de la policía no han sabido interpretar la complejidad de la estructura delictiva de Barksdale. Pero tal vez es que la cúpula policial ha renunciado a profundizar en las investigaciones sobre la droga e ir más allá de un hostigamiento superficial contra los traficantes.

Sea cual sea la razón, esta ignorancia de su propia ciudad por parte de la policía abre, de repente, un espacio para el realismo: para ver y descubrir cosas, que no han sido registradas antes. Para rastrear causas y resolver interrogantes, con el rigor y la precisión de un experimento científico o de un procedimental detectivesco.

Será una unidad de investigación especial (creada a regañadientes por la cúpula policial, presionada por el juez con el que se cruzó McNulty) la que emprenda esa tarea de conocimiento, con nuevas estrategias y métodos desarrollados casi siempre de espaldas a los jefes. Ese grupo especial no investigará a un criminal individual responsable de un crimen enigmático, como en el policiaco tradicional. Su propósito es hacer frente a todo un entramado social, analizándolo como si de un universo desconocido o una cultura extranjera por descubrir se tratara.

Barksdale, dice Jameson en su artículo, “es solo un componente de ese conjunto social complejo, que exige nuevos instrumentos de detección y registro (al igual que los realismos deben renovarse y reinventarse constantemente para poder ser capaces de rastrear y desentrañar las nuevas dinámicas sociales según estas van emergiendo, en un contexto en permanente transformación)”.

Jameson establece un paralelismo entre las tareas de la unidad de investigación especial de The Wire y su concepción del realismo, en tanto que respuesta a la necesidad de comprender críticamente el mundo contemporáneo. La unidad de investigación de The Wire, en suma, encarna ese nuevo modo de mirar, para lo que necesitará irse dotando, como sucede a lo largo de la serie, de instrumentos cada vez más sofisticados.

(continuará)